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El alcohol nos acompaña desde el desarrollo de las primeras civilizaciones y forma parte irremediablemente de la nuestra cultura y sociedad. Actualmente, el alcohol es el depresor del sistema nervioso central más consumido. Esto lo convierte en la droga más extendida y la permisividad social que implica su uso no hace más que acrecentar su popularidad. Sin embargo, esta sustancia es la causante de un alto porcentaje de mortalidad prematura ya que un consumo abusivo puede tener graves efectos para la salud tanto físicos como psicológicos. Y si hablamos de daños psicológicos uno de los más frecuentes es la aparición de cuadros depresivos en el consumidor.

 

Alcohol y salud mental

 

Popularmente se dice que el alcohol ahoga las penas. Esto no podría ser más falso y es que, como decíamos antes, una de las causas del consumo de alcohol es la de sufrir depresión. Una de las razones de esto es que, habitualmente, muchas personas recurren a la bebida para evadirse de la realidad o para hacer frente al dolor. Al igual que otras drogas, se recurre al alcohol como una estrategia para sobrellevar las penas o experiencias más conflictivas. Es una forma de edulcorar las tristezas. Además, las personas con una salud mental inestable tienen más opciones de acabar consumiendo ya que son más vulnerables.

Cuando nos referimos a las consecuencias psicológicas que provoca el alcoholismo podemos encontrar varios ejemplos. Entre los trastornos más habituales están los estados depresivos, la ansiedad y los trastornos afectivos y antisociales de la personalidad. También hay que tener en cuenta que estos síntomas pueden magnificarse en personas con trastorno bipolar o depresivos previos.

 

Relación entre alcoholismo y depresión

 

Tradicionalmente, el alcohol y la depresión han sido vasos comunicantes donde uno retroalimenta al otro. En un sentido, las personas con cierta tendencia a cuadros depresivos son propensas al consumo excesivo de alcohol. En el otro, las personas con historial de abuso o dependencia a esta droga acostumbran a experimentar una depresión secundaria. Ya sea durante su época de consumo o durante las etapas de abstinencia. En cualquier caso, el trastorno depresivo, junto con la ansiedad, es uno de los síntomas más comunes del consumo excesivo de alcohol. De hecho, varios estudios reflejan que la depresión afecta a más del 50% de las personas adictas a esta sustancia.

Como vemos, la depresión actúa como justificante para mantener el consumo de alcohol. Sin embargo, aunque esta droga es un poderoso inhibidor del sistema nervioso central, tiene graves consecuencias para la depresión. La realidad es que el alcohol agrava los trastornos depresivos previos o los genera en la vida de la persona consumidora. Fruto de las consecuencias negativas propias del alcoholismo, el adicto verá cómo su vida se establece en el conflicto perpetuo. Esta situación acabará por menoscabar el estado anímico de la persona sumiéndola en un estado depresivo.

 

Cuando se combinan antidepresivos y alcohol

 

Si una persona bebe a menudo tiene bastantes números de acabar consumiendo otras sustancias psicoactivas. Estas incluyen distintos tipos de fármacos. Si se trata de personas con un historial sanitario de depresión es común que sigan tratamientos que usan antidepresivos. No obstante, la relación entre la bebida y estos medicamentos pueden provocar serios daños en el organismo. Cuando una persona sigue un tratamiento médico, tomar alcohol está contraindicado. Pero si los fármacos son antidepresivos, los riesgos son todavía mayores ya que la suma de ambas sustancias intensifica los efectos de cada una de ellas en el cuerpo.

Al tratarse de sustancias inhibidoras del sistema nervioso central las dos, se produce como consecuencia una depresión del organismo todavía mayor. Del mismo modo, se intensifican los efectos sedantes, lo que provoca:

  • Cambios de humor con irritabilidad o agresividad pasiva
  • Disminución de las capacidades cognitivas como la memoria, la concentración y la toma de decisiones
  • Ralentización corporal y del estado mental de alerta
  • Aumento de la somnolencia o alteraciones del sueño
  • Descoordinación de las habilidades motrices

Por otro lado, está estudiado que la depresión actúa a nivel cerebral de una forma parecida al alcohol. Por eso, muchas veces se recetan fármacos antidepresivos para superar problemas de alcoholismo. Y especialmente, para sobrellevar el síndrome de abstinencia que surge tras la interrupción del consumo de alcohol.

 

Salir de esta situación es posible

 

Acabar con el vínculo vicioso entre alcohol y depresión pasa irremediablemente por la abstinencia de bebidas alcohólicas. Y es que no se puede tratar ningún cuadro de depresión si la persona consume alcohol, ya que éste afecta negativamente al estado anímico del paciente. Además, la depresión se presenta como efecto secundario durante el proceso de alcoholismo. También aparece en los primeros tres meses del periodo de abstinencia como un síntoma pasajero.

Por eso, lo mejor es que la persona vaya a un centro de desintoxicación para seguir un tratamiento personalizado para dejar la bebida. Al mismo tiempo, será necesario un tratamiento antidepresivo eficaz que le aporte bienestar y refuerce su actitud para curarse. En este sentido, tratar ambas enfermedades al mismo tiempo funcionará para conseguir una larga abstinencia. Esta abstinencia a largo plazo servirá para reforzar en el paciente un estado de ánimo más estable y comprometido en su propia mejora. Esto supondrá la eliminación de los estados depresivos provocados por el consumo abusivo de alcohol. Además, permitirá que las personas con depresión previa a la adicción puedan recuperarse de su enfermedad mental más rápidamente.

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